Historias de cambio

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Jeremy, 9

“Todavía no he decidido qué quiero estudiar… me gusta dibujar, me gustaría hacer un refugio para los animales de la calle: recogerlos y entregárselos a la gente que pueda adoptarlos. Me gustan en especial los conejos. A veces pienso también en ser bombero para ayudar a las personas cuando necesiten auxilio.”

Jeremy es risas, bondad, cuatro trabalenguas y un dibujo a lápiz sostenido. Con la sonrisa propia de aquellos que sueñan con ser grandes desde niños, forja su futuro a punta de ganas de estudiar.

En su mente no cabe la imposibilidad de aprender. Siempre sale con una idea diferente, con una ocurrencia ingeniosa con la que resolvería ese temor que sentiría si no pudiera ir al colegio: “si yo no pudiera estudiar, le diría a un amigo que me enseñe, me pondría a trabajar, encontraría la forma…”

A Jeremy no le da pena hablar ni en español ni en inglés. Llegó de cinco años a Cali después de vivir “bien lejos, por allá en el Huila”. Encontrarle colegio fue toda una odisea, hasta que conoció La Fontaine, donde recibe educación de calidad y bilingüismo en la comuna 20 de Cali. Cuando ingresó a La Fontaine, empezó a hablar inglés con fluidez. Sus abuelos se quedaban aterrados cuando los saludaba con un “hello” y cuando formulaba frases perfectas en ese idioma extranjero.

De los cuatro años que Jeremy lleva en el colegio, los momentos más felices que ha vivido son pequeñas victorias que despiertan en su interior un aguacero de alegría: declamar -sin equivocarse ni una vez- cuatro trabalenguas frente a un público exigente, sacar doble cinco por responder un ejercicio de matemáticas de primero, y lograr quedar de representante del salón con el voto definitivo que le regaló una de sus compañeras después de una competencia limpia, pero reñida.

Jeremy es un líder que inspira. Casi siempre, responde las preguntas que le hacen con otra pregunta:

-Jeremy, ¿qué harías si no tuvieras un cuaderno?

¿Ver a los otros niños usando sus cuadernos y yo ahí sentado, sin poder escribir nada? Uy no... ¡eso es muy duro! con una libretica o un cuaderno a la mano uno pasa la información y todo lo que aprende. La información sigue ahí, aunque pase el tiempo, y después, si se te olvida y necesitas recordarlo, revisas tus apuntes y te acuerdas. Eso es lo bueno de un cuaderno. Si yo no tuviera cuaderno… le pediría a un amigo que me preste el de él.

A los niños sin cuaderno les diría que intenten como puedan recordar en su mente todo el conocimiento… aunque me gustaría acompañar a Educambio y repartir con ellos cuadernos a esos niños, pidiéndoles a los demás que por favor reciclen el papel que no usen de sus cuadernos viejos para crear unos nuevos.

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